La conversación suele ser algo escaso. Suele haber palabras, frases, discursos, pero estar con personas que saben conversar es un sueño. Generalmente la gente quiere hablar, tirarse el rollo, explicar su importancia, su desarrollo, su posición central en anécdotas de todo tipo. Y yo soy el primero en eso muchas veces.
Pero en una mesa es fascinante escuchar; comer y escuchar; comer y entender lo que te dicen y saborear las palabras junto a los hidratos de carbono. Si además entiendes lo que se cuenta y las palabras e ideas son brillantes todo ello transforma; te mejora.
Las comidas de diario, de trabajo, de menú, de lunes, no parecen ser un encuentro muy fascinante de antemano. Pero si encuentras esos puntos en común con tus amigos, socios, clientes, se pueden convertir en un evento, en un encuentro, como decía Eduardo Galeano; en eso que nos hace que merezca la pena estar.
Y de esta comida me llevo esa lectura del libro “Calor” de Bill Buford, que necesito conseguir cuanto antes, y muchas otras referencias de las que seguir tirando del hilo de lo verdaderamente interesante. Pero sobre todo esa idea de “autoritas”, de encontrar personas brillantes y educadas que, si la escuchas, saben sacarte del tiempo corriente y ponerte en el de los espectáculos. Gracias Javier-es por aquella comida.
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