25 de agosto de 2011

Cervezas y vinos hoy Fábula 4 8 2011

En Fábula nos ofrecieron gratuitamente una cerveza Cruzcampo que estaba en promoción. Era una cerveza suave y acuosa pero muy refrescante para un día de gran calor. Según supe era la “copia” de una cerveza nacida de una idea en la que también participa Adrià. El grupo Cruzcampo, que está llenando de Sur los tímpanos de todos, presenta la cerveza en una botella especial al estilo de un gran vino, también de 75 cl. La promoción, supongo, está siendo celebrada en los mejores restaurantes del norte de España.



La oferta de los grupos cerveceros y su voracidad publicitaria se contrapone a la escasa visualización de las bodegas y sus vinos. Están ganando mercado en las comidas sumando refinamiento a la oferta por lo que pronto volverá a bajar el consumo medio de vino. Y esta vez será el grupo de población que más interesa a los propios bodegueros quienes bajen su consumo.

Y eso que los precios se han moderado últimamente y el consumo de vino por copas o de vinos jóvenes, más asequibles, ha llegado a casi todos los locales. Probablemente la única manera de cambiar la tendencia es que sea más explicable el proceso del vino: llevar a más personas a las zonas productoras y entender el vino como un producto artesano frente a lo “industrial” de las grandes cervezas.









A pesar de que Burgos posea una DO tan potente como Ribera del Duero, la cultura del vino no es usual. No podemos compararnos con otras zonas que llevan exportando vino cientos de años y en las que han crecido decenas de generaciones de personas que entendían el vino como una forma de vida. Las bodegas burgalesas de Ribera han crecido y muchas se han relacionado directamente con proyectos personales de constructores y empresarios varios.

En los pueblos sí se ha conocido una manera de vivir en la que el vino se hacía en cada casa. Era un vino humilde, un “churrillo” de consumo en las labores agrícolas en las que el agua de la fuente no se bebía. Los pueblos burgaleses, de toda la mitad sur de la provincia, tienen pequeñas bodegas pertenecientes a muchas familias (aunque no a todas) como parte de sus pertenencias en las que se curaba el zumo de sus uvas. Era un vino de subsistencia y el sabor y el bouquet perdían frente al aprovechamiento total de los recursos de cada año.

Ahora el paisaje, la planta, el esfuerzo, la parte cultural, etnográfica y vivencial del proceso se nos pierde entre dos ideas del vino: una, que millonarios nos “venden” sus vinos como parte de un glamour vital y, otra, que no se entiende el vino como un producto demasiado valioso (ni caro). Sólo vemos una etiqueta.

Y si sólo atendemos a la etiqueta y no nos enriquecemos culturalmente el vino seguirá perdiendo porque será cada vez menos explicable su precio frente a otras ofertas tentadoras y satisfactorias.

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