Nuestro viaje -iba acompañado de Chema Riaño y Juanjo García- fue una excursión completa, divertida, sugerente. Íbamos descubriendo hitos históricos, artísticos, naturales de una espectacularidad sobrecogedora cada pocos kilómetros.


Al llegar al Burgo de Osma investigamos vía iphone la trascendencia del Virrey Palafox. Como personaje reivindicado y real mezcla de beato y virrey. Después me sobrecogió la importancia del restaurante llamado Virrey Palafox cuyas jornadas de la matanza caminan hacia el cuarenta aniversario.
Su propietario, Gil Martínez, se sentó a nuestra mesa e intuimos su verdadero valor como empresario dinamizador de aquella zona. Una persona formada y divertida que sabía mucho de casi todo y se mostraba cercana y amable.
La comida en el restaurante se inició con unas croquetas de careta de cerdo. Uno de esos inventos que en algunos sitios son experimentos fallidos, allí tenían un gusto
perfecto.



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