27 de diciembre de 2010
Declarar intenciones. Polvorilla 11 12 2010
Un restaurante suele tener una prueba importante. Si tiene sopa de pescado y la sopa está muy buena, el restaurante es serio. Todo el mundo está obsesionado por encontrar estas ordalías en su vida. Pruebas de que un acto es bueno o malo. Pruebas sobre una inversión o un esfuerzo. Yo sigo encontrando en restaurantes burgaleses esas pruebas de que se dedican a la hostelería con seriedad, con compromiso y con buen trato a los clientes.
Me llama la atención cómo las cartas de restaurantes y bares son una declaración de intenciones. En una carta aparece lo que se sabe hacer en la casa. Se eligen entre millones de platos los que más interesan por su calidad o por su salida comercial. Así, nadie está obligado a hacer patatas bravas si las hacen muy mal o si las sacan del congelador. Nadie debe poner callos si no se atreve a limpiarlos o prepararlos con cariño. Nadie debe servir rabas si son sólo trozos de algo frito.
Por eso las cartas largas de bares y restaurantes en los que todo está bueno son deliciosas. Son la aplicación de lo que se puede hacer y lo que se quiere ser. Es un catálogo de habilidades culinarias. Los que no saben poner en un papel lo que saben hacer; o los que no saben lo que saben hacer, probablemente deben cambiar de oficio, o reservar su talento en cómo tirar cañas perfectas o cómo elegir los mejores vinos de 20 céntimos.
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Eso no los dirás por ese pedazo vino que sacas, el Cillar de Silos Crianza...un abrazo...gran sitio El Polvorilla
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