12 de febrero de 2011

¿Se come bien en los Paradores? Parador de Lerma 6 2 2011



El Parador de Lerma es un gran acierto. Haber podido recuperar el edificio que construyó el Duque de Lerma gracias a sustracciones varias en la corte de Felipe III es un trabajo impagable. El claustro del Palacio ahora mismo es una máquina del tiempo en el que te sientes fuera de escala, de lugar y de momento. Sirve para reflexionar sobre el paso del tiempo, sobre arte de hacer Política, sobre la manera de entender las cosas.

Es un modelo aristocrático abierto. En este momento se puede tomar un chocolate con churros por unos 5 euros en un claustro desde el que se pudo diseñar la colonización imperial de América; o el saqueo indiscriminado de un continente. Como en Burgos no solemos tomar nota, ni nos interesa demasiado lo que cae en esta provincia el Parador es un punto de encuentro de extraños; es el punto equidistante entre familias divididas entre Madrid y Bilbao.







Pero no conocemos el Parador, ¿no interesa que los burgaleses entren dentro?, ¿no se explica que dicho edificio es tan importante como Las Huelgas o La Catedral de Burgos? Es el reflejo de una época y es el reflejo de una huella universal. En esta ronda seguimos pasando.

En este “pequeño Escorial” la comida del restaurante queda en segundo plano. El Parador ofrece menús, sobre la carta, absolutamente apetecibles, y el salón de bóveda de cañón es simplemente único. Pero faltaba nervio y sabor en algunos platos; faltaba un cocinero interesado en probar lo que servía. Aquel día no estaba Cristóbal Sáez, el jefe de cocina. Creo que no tuvimos suerte en la comida, mientras el servicio fue perfecto. Pero los platos eran muy buenos, al menos sus nombres. Probablemente fue un mal día. Estoy esperando el momento de volver y decidir si en los Paradores se come bien o no.

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