Un hotel tan bonito como el Silken de Burgos, referencia directa del Museo de la Evolución Humana, también empieza a ser referencia gastronómica. La Tramoya es el nombre comercial del restaurante que recuerda la historia teatral del edificio. En su interior vemos parte de esas tramoyas que ataban cuerdas que hacían subir y bajar escenarios y luces en el viejo Gran Teatro.
La comida es buena, con un menú ejecutivo interesante. Es curioso como la mayoría de los hoteles burgaleses se interesan sobre todo por las bodas. Las bodas son grandes negocios. Los cocineros se vinculan a las bodas y hay una carrera muy dura y estimulante por ofrecer los menús más novedosos para 100 o 500 comensales. En las bodas se invierte mucho talento y se eleva la altura culinaria. Porque los hoteles deben tener menús vanguardistas para los novios más sibaritas.
Ese esfuerzo debe retroalimentar a los restaurantes externos de los hoteles. Los platos de bodas deben estar en la carta de los restaurantes porque son espejo de la cocina y de la exposición de dichos platos pueden salir nuevas bodas y contratos.
En la Tramoya entendimos que el talento del chef era mucho mayor que los platos que ofrecía en el menú ejecutivo. Porque los platos eran sabrosos y muy bien realizados pero intuíamos una magia oculta que lo impregnaba todo y que se verá mejor en platos más sofisticados. Estaremos atentos.
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