Sigo pensando el la bóveda de cañón en la que está uno de los salones del Parador de Lerma, en el que comimos. Había una ventana descolocada. No mantenía ninguna simetría y aparecía cortada por la propia bóveda. En la comida nos preguntamos por qué esa ventana estaba allí. Javi, que sabe de planos de edificios, me dijo que probablemente respondía a una solución necesaria en época distinta a la construcción de la bóveda. Con toda seguridad la ventana estaría tapada u oculta, o era un ornamento exterior sin concordancia necesaria con la bóveda.
El estilo de las casas de Covarrubias probablemente es la reinvención de un estilo de construcción tradicional en las que las vigas de madera, que dan ese toque medieval subido, tenían muescas con la intención de que el paramento se fijara en ellas y cubriera todo el exterior y tapara el sillarejo, el mampuesto y también esas vigas que en su momento carecían de “nobleza”.
Sin conexión directa, resulta que una parte de los mejores vinos dulces del mundo se realizan gracias a la “podredumbre noble”. Es algo parecido a lo que sucede con los quesos azules entre los que tenemos a los de Valdeón, León; de los mejores.
Es curioso cómo a veces el éxito nace de un fracaso o cómo el camino cambia tus planes y los mejora. Puede que comer en lugares especiales y densos, como el Parador de Lerma, haga que la comida se convierta en una experiencia más completa. Puede que sea un escenario demasiado envolvente como para atender sólo a la comida. Puede ser que los errores o los cambios inesperados nos den las mejores soluciones. También que esta manera de pensar nos haga dar siempre en el clavo, acertando o fallando.
Por cierto, las vieiras estaban realmente buenas.
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