Es un tópico que a principios del siglo XX y hasta la guerra civil, el cura, el boticario y el maestro se juntaban para echar la partida o eran las mentes pensantes de muchos pueblos pequeños. Eran las referencias morales e intelectuales de un grupo de paisanos que respetaban con reverencia ciertas jerarquías ancestrales. Su posición y el haber leído varios libros les hacía ser considerados como superiores en condición respecto al resto.
Eso ha cambiado: el cura no es referencia intelectual ni moral (generalmente), el maestro cumple su función sin más y el boticario ha puesto una farmacia. No tienen parroquia y poco que decir.
En alguno de estos pueblos ha surgido una figura nueva: el cocinero. Aquella persona que monta un negocio y debe ser accesible a lugareños y visitantes. Los cocineros son ilustrados: saben de vinos, de materias primas, de cocción, de geografía, de temporadas, de higiene, de colores y de trato; y pueden acoger a una parroquia interesada en el fútbol, los vinos y los pinchos, a los esforzados del menú del día e incluso, y eso tiene un mérito grande, a los que se interesan por un menú degustación.
Quintanar de la Sierra tiene en Carlos, cocinero joven de El Cenador, a ese nuevo referente mezcla de talento y paciencia y comprometido con la gente cercana y serrana; y con los turistas habituales y ocasionales.
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