Es importante para el movimiento gastronómico burgalés porque ninguna gastronomía local puede sustentarse sin los comensales cercanos. Esos empresarios locales han sido los que han posibilitado el desarrollo de restaurantes en San Sebastián, Cataluña o Madrid porque son los que dotan de continuidad los negocios más arriesgados y vanguardistas en el día a día.


Los empresarios burgaleses son reacios, hasta ahora, a comer en restaurantes de cocina más actual. Son empresarios muy tradicionales y prefieren lo de siempre a dejarse aconsejar y sorprender. Y es una pena, porque a lo mejor esa gente no ha sido atraída por alguna razón que desconocemos. Puede que no tengamos una “burguesía” atraída por lo nuevo y generadora de “mecenazgo”. Debemos hacer que dejen de ser mecenas solo del lechazo y el Rioja.
Por otro lado, en La Galería cocina Nacho Rojo, un cocinero magnífico y especial. Sus jornadas de cocina creativa son buenas, están bien pensadas y dotadas de un sentido del humor necesario en un comedor atacado por el pesimismo que nos rodea. Nacho se deja la vida en su cocina y en concursos de cocinero en los que ha destacado por encima de los demás. Es su mundo y su pasión. Sus técnicas y su barroquismo llenan platos de referencias excesivas, sugerentes, novedosas y coloristas.
Comer allí también es disfrutar del vino, de su bodega, de los conocimientos de Iñaki Ubierna y su jovencísimo equipo de camareros que se lo toman en serio, que quieren “trabajar de eso” y no están esperando otra cosa mejor. Y se nota esa elegancia.
Seguimos…



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