Vuelvo a reafirmarme en que ir a comer cordero es ir directamente al lechazo. Es mejor que no leamos la carta y que nos encaprichemos con entrantes al uso. Debemos ir al grano. Comer con hambre, devorar la carne, sentirnos aliviados por ese caldo grasiento que mojado en pan es sublime y beber un buen vino. Aceptarnos como carnívoros. Nada más y nada menos.

Sin caer en la contradicción total, creo que Los Trillos ofrece un entrante que hay que escoger. Es un plato muy ligero: son los langostinos gratinados. Utilizar el horno de leña para gratinar langostinos, el mismo horno del lechazo, es un salto mortal. Y caemos de pie. Es sencillo, sofisticado y sabroso; y no ocupa espacio. Buena idea.

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