También teníamos a muchos amigos asiduos de nuestra revista. Conocíamos a casi todo el mundo. Y estábamos muy a gusto. Pero la comida se retrasó. Se retrasó entre una hora y una hora y media simplemente porque los invitados no llegaban. El cabreo de los cocineros en estos casos debe ser enorme. Crear una cena y que el momento de servicio se retrase tanto es para tirarse de la peluca.



Así la cena llegó y los platos carecían de gracia, probablemente porque llevaban demasiado esperando. El mejor de ellos fue la ensalada de salmón que, a lo mejor, ganó con la espera. Sabemos que algunas veces no dependemos de nosotros mismos. No dependemos de nuestra buena voluntad. Para el futuro, la cena anual debe asegurarse de ser una fiesta donde la gastronomía tenga el espacio que realmente se merece.


No hay comentarios:
Publicar un comentario