A veces creo que no se entiende bien mi papel como comensal. No sé si sé explicar que lo que me lleva a los restaurantes es el disfrute de un trabajo, de una artesanía, de un arte, de una poesía. Y las disfruto con sumo gusto. Sobre todo cuando estoy en buena compañía.
Además, conocer a los cocineros, hablar con ellos y entender su sudor y sus sueños es un resultado totalmente enriquecedor. Porque los cocineros trabajan mucho.
Cuando me siento a la mesa me veo desde fuera como un burgués, a la antigua, pero lo que más me gusta es el disfrute de lo bello, de lo trabajado, de lo difícil, y de lo pensado. Es esencial que valore eso.
Por ello la comida en Aranda en Aitana y poder tomar un café con Valentín, el cocinero y propietario, fue un privilegio. Me contó parte de su vida y sus peripecias en un sector marcado por el trabajo duro y muchas veces por la imposición de jerarquías ridículas e injustas. El café y la conversación también compartidos con Andrés Garrasparri, arandino ilustre, se grabarán para siempre en mi memoria.
Pero sobre todo la comida de Valentín está a la máxima altura burgalesa y deberá pronto ser reconocida por arandinos, burgaleses y visitantes. Será un lugar de moda contínua y será un precio justo para sus méritos y su calidad humana.
Fuimos a comer despues de leer tu opinión y nos encantó.
ResponderEliminarEl trato excepcional y el lechazo también.
La relación calidad precio fue genial y nos gustó que hubiese pescados y otras opciones a parte del lechazo.
La decoración estupenda ( salvo el cartelillo blanco arriba en la pared antes de entrar les desmerece ,espero lo quiten)