Era la primera vez que comía solo en dos años. Y me parecía un mal plan hasta que llegué a Berantevilla, al restaurante Lola. Al entrar el salón declaró las intenciones de un restaurante espectacular. Elegante, equilibrado, bien diseñado. Era cuestión de esperar. Y los camareros me acompañaron y me entendieron por lo que el primer entrante no tardó más de un minuto en llegar mientras se me proponían vinos, por copas, realmente acertados.
El resto fue antológico. Los platos eran radiantes y brillaban. Sabían bien, muy bien, por lo que entendí que quizás, comiendo solo, podría analizar mejor mi disfrute. Un disfrute natural en el que los platos eran golosinas saladas, salvo los postres, y además se diferenciaban sustancialmente de los platos de otros restaurantes.
Eran platos sutiles pero de sabor contundente. Cuando llegó el lechazo cocinado a varias temperaturas junto al helado de leche de oveja quedé expectante. Después me fui comiendo ambas cosas alternativamente y me pareció una experiencia nueva y completa. El helado maridaba con el lechazo caliente de una manera sorprendente por lo que cada bocado me indicaba que estaba comiendo de una manera realmente nueva. Y eso lo llenó todo. Sentí ser el tipo más afortunado de aquel martes frío y estaba sólo y sonriente.
Buena elección de vinos tambien, Rioja y Ribera burgaleses.
ResponderEliminarMe encanto este restaurante, la cocina es creativa con precios bastante ajustados para la calidad servida, y las raciones son generosas.
ResponderEliminar