La incorporación de gente joven a nuevos negocios suele
mejorar lo que ya hay. Los cocineros jóvenes tienen una gran formación y muchos
de ellos han estado trabajando en múltiples restaurantes en estancias más o
menos cortas con la intención de empaparse de todo. Es el caso de Guillermo
Crespo, que regenta junto a Mila, su bar restaurante Vademecum.
Cuando hay personas que se dedican a su vocación, de forma profesional, los resultados suelen
ser buenos. Si además son los propietarios de un negocio nuevo la atención y el
cuidado de los clientes no faltará.
Es la sensación de comer en Vademecum, donde los menús a un
precio muy razonable, entregan platos ricos, bien pensados con técnicas bien
ejecutadas, elegantes y sabrosos.
Suele pasar también que la gente joven, de menos de 40 años,
que entra en la hostelería y en las cocinas, sobre todo, tienen el listón muy
alto de compañeros que han revolucionado no sólo su profesión sino la cultura
de nuestro país. Los grandes nombres resuenan en la mente de los nuevos
profesionales como ejemplo de creatividad y de esfuerzo, también. Eso, que
anoten los detractores de la cocina contemporánea, se debe esforzarse por ir
más allá. Y que anoten también que hacer siempre lo mismo no puede ser un
modelo de creatividad e ilusión por el futuro.
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