Es más que evidente que hay platos que llaman la atención. El arte aparece en pocos sitios y en pocos restaurantes. Pueden estar en el sabor de algunos, muy escasos, platos especiales. Pero no se intenta buscar la excelencia. Las excusas suelen basarse en que el público no está a la altura de lo que un artista puede hacer por lo que éste se desanima y baja el nivel. No está hecha la miel para la boca del asno.
Es un pensamiento que hace que las cosas no mejoren y que no haya estímulos. Es un pensamiento que hace caer en la autocomplacencia. Pero ese es otro de los esquemas que han roto Adrià y compañía. Los cocineros son una vanguardia intelectual cuyo papel es buscar novedades y encontrar sorpresas solventes artística, estética e intelectualmente. La belleza es indispensable, no es reemplazable por nada, no se puede sustituir lo bueno por cualquier otra cosa sin defraudarse uno a sí mismo y a los demás.
Por eso hay que valorar el trabajo de Antonio Arrabal. Con un talento extraordinario y la capacidad para reflexionar sobre su trabajo está a la altura de crear y sorprender. Es un artista que trabaja. Es importante que a los escasos cocineros burgalesas (o adoptados) dotados de verdad de arte y cerebro les demos el espacio en el que el desánimo no aparezca. No es una cuestión de dinero. Es una cuestión de que aparezca por fin una conexión grupal entre la gente que aprecia la calidad, o el camino que la aproxima, y los que hacen el esfuerzo de arriesgarse por darnos felicidad y arte.
Además, sólo cocineros consistentes pueden liderar procesos de mejora y cooperación que unan colectivos tradicionalmente desunidos. Sólo cocineros inteligentes son capaces de hacer entender a mucha gente la importancia de que la belleza sea indispensable en los platos. Porque sólo lo más creativos pueden conseguir mantener siempre la máxima expectativa. Gracias por darnos tanto gusto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario